martes, 25 de noviembre de 2008

Los años de aprendizaje (I): El difícil comienzo



La documentación de esta bitácora se distribuirá en al menos tres series para facilitar la lectura. Una de ellas está dedicada a su discografía oficial, la segunda repasará las grabaciones privadas (cada vez más numerosas) y la tercera es un recorrido cronológico por su trayectoria profesional. En este caso distinguiremos las siguientes etapas:

- Los años de aprendizaje.
- 1963 - 1967.
- 1968 - 1974
- 1975 - 1980
- 1980 - 1991
- 1991 - 1995
- EPÍLOGO


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Antecedentes:


Luciano Pavarotti debutó en La Bohème en 1961. Hoy nos puede extrañar que su consagración definitiva tardara tanto en llegar (1972), pero debemos tener en cuenta varios factores:La brutal competencia existente en la cuerda de tenor. Sólo en Italia, estaban en activo Bergonzi, Corelli, del Monaco, Raimondi y di Stefano. Merece la pena dedicarle un anexo a esta época dorada de la voz de tenor: aquí.

De los citados, Bergonzi y Raimondi habían consolidado su posición precisamente en los primeros papeles que aprendió Pavarotti. Por otro lado, Alfredo Kraus y después Jaime Aragall empezarían a ser muy solicitados por los teatros italianos, representando por tanto una fuerte competencia en el repertorio de tenor lírico. Pero las principales circunstancias desfavorables para que la carrera de Pavarotti se estableciera son más bien histórico-artísticas: el repertorio dominante entonces, las voces al uso y el estilo de canto establecido. Consolidada la escuela verista, se uniformizaron las maneras de cantar no sólo las óperas de Leoncavallo o Mascagni, sino las de Verdi y aun las de Bellini y Donizetti con un estilo declamatorio y enfático, opuesto al predominante en el S. XIX. De esa forma se explican el Arturo de Fippeschi o el Pollione de del Monaco, cantados con los mismos presupuestos que Manrico, a su vez idénticos a los de Canio. Además, Caruso había establecido un modelo vocal, que partía de un registro de pecho de timbre oscuro y denso, adecuado para las sensuales melodías del verismo, por lo general de tesitura central. Esta vocalidad fue imitada por muchos cantantes, las más de las veces sin éxito, como también lo fueron los generosos y aguerridos modos del último período del tenor napolitano. Los 50 y los 60 fueron años de voces baritonales, grandes y potentes, que tendían a un canto verista y altisonante, valorándose más las exhibiciones vocales que la musicalidad o la elegancia. Una etapa sobresaliente desde el punto de vista vocal, sin duda, pero en la que se perdió la variedad de estilos, timbres y colores de anteriores décadas, donde se podía escoger entre Schipa o Gigli, Merli o Pertile, por poner ejemplos cimeros. Así las cosas, Pavarotti, una voz de tenor lírico de timbre claro y emisión ligera, tenía poco en común con las voces al uso: en realidad estaba emparentado con los tenores di grazia decimonónicos. Además, siempre fue bastante ajeno a los modos veristas (canto abierto, sollozos, golpes de glotis, gritos, etc) y al estilo declamatorio, siendo obviamente su repertorio natural el del belcantismo romántico. Repertorio que sólo tras la aparición de Maria Callas iniciaba su renacimiento, más lento y difícil en las cuerdas masculinas. Pavarotti se beneficiará de este proceso pero también será uno de los actores principales que lo hicieron posible. Otras razones que explican su tardía llegada a la fama se irán conjeturando a lo largo del capítulo.


Los años de aprendizaje.


Pavarotti nació el 12 de octubre de 1935 en una familia de fuerte afición operística. Su padre, Fernando, tenía una robusta voz de tenor que no desarrolló debido a las circunstancias y su miedo a cantar en público. Luciano empezó a cantar con él en el coro de la iglesia local, posteriormente en la Sociedad Coral Rossini. Éste era un conjunto de aficionados que compaginaba sus actividad en la provincia con la crítica despiadada de las funciones del Comunale di Modena, por donde entonces pasaba lo mejor de la lírica italiana. En torno a 1947, escucha un concierto de Beniamino Gigli y decide que algún día será tenor. Los elementos prominentes de la Coral tenían la oportunidad de actuar en el Coro del Teatro: así se produce la primera aparición de Pavarotti sobre un escenario de ópera como miembro del importante coro de "Mefistofele". En aquella ocasión Raffaele Arié cantó el papel titular, debutando Mirella Freni como Margherita en una de las funciones (que dirigió Vincenzo Bellezza). En 1955 el joven decide no continuar sus estudios académicos y perseguir una carrera como cantante a condición de ayudar económicamente a la familia. Su primer trabajo es como maestro asistente en una escuela, después se dedicará a vender seguros. Fernando accede a pagarle las clases de canto. La primera decisión fue buscar un "vocalista", es decir; no un profesor de música ("insegnante") sino exclusivamente de técnica vocal. Entre los activos en Módena entonces destacaban Luigi Bertazzoni y Vincenzo Guicciardi, ambos barítonos de principios de siglo. De Bertazzoni precisamente recibió sus primeras clases la Freni. Arrigo Pola (1919 - 1999) aún estaba desarrollando una respetable carrera como tenor, lo que pareció decidir la elección de los Pavarotti. Pola resultó mejor maestro que cantante y eso que poseía una sólida voz de spinto, clara y penetrante al viejo estilo. Tras hacerle vocalizar hasta el mi bemol sobreagudo y escucharle una versión a cappella de "Ch'ella mi creda", Pola reconoció el potencial de aquel joven de diecinueve años. Dada la situación económica de la familia, accedió incluso a enseñarle gratis. Pola contaba muchos años después (1):

"Cuando el padre de Luciano hizo que cantara para mí en 1955, supe desde ese mismo momento que aquélla era una voz excepcional, y lo acepté como alumno. Durante dos años y medio vino a mi casa a estudiar a diario - a veces, hasta en domingo. (...) Durante mucho tiempo sólo trabajamos sobre la dicción y practicamos vocalizaciones, para asegurar que la técnica correcta y una buena pronunciación fueran automáticas.Finalmente, tras algunos meses, empezamos a estudiar las partituras de Rigoletto y La Bohème, entre otros papeles importantes.(...) Trabajaba duro y con mucha inteligencia. (...) Si tenía que explicarle algo o mostrarle cómo producir una nota, lo cogía enseguida. Enseñar a Luciano no era pesado: entendía las cosas tan rápido. (...)
Trabajé con él para que tuviera una técnica pura, espontánea, natural - Creo que es lo que se le escucha hoy. (...)
Hoy existe cierta confusión en la enseñanza del canto. Hay muchos maestros y cada uno tiene un método. El único método correcto es el que se adapta al estudiante. Es imposible obligar a una voz a hacer algo que su naturaleza no le permite. Uno debería llegar a cantar de forma similar a como habla. Cuando Luciano habla, se le entiende cada palabra. Igual que en su canto. Recita con mucha claridad y esto es importante para el público.
Cuando llegó hasta mí tenía realmente pocos problemas. (...) Tenía muy pocos malos hábitos y ninguno desastroso. Por ello pude construir su técnica casi desde cero. (...)
Después de un duro año de trabajo Luciano tenía en muy buena forma dos octavas de su extensión. Gradualmente extendió su voz tanto hacia arriba como hacia abajo, consiguiendo en los extremos el mismo control que tenía del registro central.(...)
Una vez has desarrollado la técnica correcta, una que sea correcta con para tu naturaleza, se convierte en un reflejo automático: entonces tu voz se conservará durante más tiempo. (...)
Tras dos años y medio de estudio, tuve que cumplir un contrato de varios años en Japón, así que se lo llevé al mejor profesor que conocía en la zona: Ettore Campogalliani, en Mantua, que continuó con Luciano donde yo lo dejé. Hay muchos que saben preparar varios papeles con los cantantes, pero pocos que sepan enseñar a cantar. Campogalliani es uno de los que saben."

Una de las cosas que advirtió Pola, hecho que siempre que se ha atacado la musicalidad de Pavarotti se ha omitido con notable injusticia, es que el cantante poseía una afinación perfecta, gracias a un oído fino y la facilidad para atacar las notas en el centro. Con Pola Pavarotti fijó para siempre el registro de paso recogido (también denominado cubierto o sombreado), logrando evitar el canto de sirena del sonido abierto de Di Stefano.

Arrigo Pola fue precisamente alumno del mencionado Bertazzoni (18??-1966), un amigo y compañero de Enrico Caruso en muchas funciones durante los primeros años del tenor napolitano en Italia. A través de Pola, Pavarotti recibió las vocalizaciones que Bertazzoni escuchaba a Caruso. Muchos alumnos de Bertazzoni se preparaban musicalmente con Leone Magiera (1935), que entonces ganaba así algún dinero como "insegnante di spartiti", mientras intentaba afirmarse como pianista y director de orquesta. A través de esta conexión es como Pavarotti aquel mismo año 1955 se encontró con Magiera, que con el tiempo se convertiría en su acompañante y "preparador". Magiera conocía la historia del niño había sido amamantado por la misma ama de cría que su esposa, Mirella Freni, pero sólo había escuchado cantar a Pavarotti una vez (2): fue en un programa regional de la Rai, la joven televisión italiana, que difundía cualquier tipo de actividad artística diletante en la provincia de Módena. Pavarotti cantó en aquel concierto un aria que varias décadas después sonaría en su voz a través de todas las televisiones del mundo: "Nessun dorma". Un curioso presagio, sin duda. No ha quedado registro de este concierto, dada su escasa difusión. Precisamente días después de aquella retransmisión se presentaba el aspirante a tenor en el estudio de Magiera, buscando consejo sobre sus posibilidades. Tras acompañarle en el aria "Fra poco a me ricovero", Magiera le muestra abiertamente su entusiasmo: "Amigo, manda al diablo los seguros y los niños y hazte tenor" (3). Magiera asume su preparación musical básica desde entonces. Es desconcertante que en la primera autobiografía de Pavarotti, "My own story", no se haga ninguna referencia a la relación con Magiera.

Al marchar Pola a Japón, comienza las clases con Ettore Campogalliani (1904-1992) con quien estudió otros cuatro años, ya centrándose en el estudio de papeles concretos . De una forma u otra, Campogalliani, que dedicó toda su vida a la enseñanza, había trabajado con nombres como Carlo Bergonzi, Fiorenza Cossotto, Flaviano Labo, Gianni Raimondi, Renata Scotto, Renata Tebaldi e Ivo Vinco; credenciales que bastarían para situarlo como uno de los mejores docentes del S. XX. En sus clases volvió a coincidir con Mirella Freni, con quien solía desplazarse desde Módena a Mantua en tren. Campogalliani desde el principio favoreció a la pareja modenesa con clases de más de cuarenta y cinco minutos de duración, mientras el resto de sus alumnos no superaba la media hora. En realidad su trabajo se centró en pulir la técnica ya sólida del alumno (eliminó el abuso del portamento) y enseñarle a aplicarla durante el acto interprrtativo. Sin embargo, mientras la carrera de Freni progresaba rápidamente (su debut profesional llegó en 1955) la de Pavarotti no despegaba. Tenía que seguir trabajando en la aseguradora para mantenerse. Los conciertos en los participaba en provincias no llamaban la atención y además empezó a desarrollar nódulos. Un penoso recital en Ferrara le hace pensar en el abandono, pero en el siguiente (Salsomaggiore) recupera la confianza. Le consiguen una audición con el famoso agente Liduino Bonardi, en un intento de incorporarse a su cartera de cantantes, pero tiene un incidente en un agudo y éste lo despide con malos modos. Su siguiente apuesta es el "Concurso de canto Achille Peri" de 1960 en Reggio Emilia: todo estaba a favor, pues en el jurado participaba Campogalliani (junto a Mafalda Favero, Mariano Stabile y Maria Zamboni) y Magiera era el pianista acompañante de las pruebas. Sin embargo se reproducen problemas que le venían aquejando y su voz se opaca ostensiblemente en la ardua tesitura de "Ah! Dispar, vision" ("Manon") John Allen, otro tenor alumno de Campogalliani, gana el concurso y Pavarotti apenas se puede reprimir la rabia cuando le entregan el segundo premio. Campogalliani lo intenta animar involucrándolo en los recitales que organizaba por provincias con sus alumnos. Así transcurre un año más.

En 1961 se concede la última oportunidad en el "Concurso Achille Peri". La importancia de dicha competición iba más allá del reconocimiento: el premio incluía el debut escénico en una función de "La Bohème". Su interpretación de "Che gelida manina" le asegura el primer premio por unanimidad. Mariano Stabile saluda al ganador glosando la frase que Alessandro Bonci le había dirigido muchos años antes, en un concurso de canto de Parma, a un joven llamado Beniamino Gigli: "Tenemos Tenor".


(1) "Pavarotti. My own story" (William Wright. Warner Books Edition, 1982)
(2) "Luciano Pavarotti. Metodo e mito" (Leone Magiera. Ricordi, 1990)
(3) "Pavarotti. 25 anni per la musica", Op. cit.