domingo, 17 de agosto de 2008

Luciano Pavarotti (1935 - 2007): Introducción a su voz y su arte


Vida y carrera:

Nació en Módena, localidad de Emilia-Romagna, provincia que fue cuna de grandes cantantes. Empieza cantando junto a su padre en el coro local de la Sociedad Gioacchino Rossini, mientras vive de sus trabajos de vendedor de seguros y profesor de escuela. Las primeras y fundamentales lecciones las toma con Arrigo Pola, pero en 1955 Leone Magiera se hace cargo de su formación musical y consigue que complete su educación vocal con Ettore Campogalliani. El debut llega en Módena, tras ganar el Concurso Achille Peri, cantando Rodolfo de La Bohème. Llama la atención de Alessandro Ziliani, que se convierte en su representante. Su primer compromiso serio fue la invitación de Tullio Serafin para cantar el Duque de Mantua en Palermo (1962) Actúa por toda Europa con una compañía de provincias. Para entonces, su repertorio constaba de papeles líricos (Rodolfo, Pinkerton, Edgardo, el Duque y Alfredo). El debut en el Covent Garden llega en 1963, sustituyendo a Giuseppe di Stefano como Rodolfo en La Bohème. De la misma forma aparece en un conocido programa de televisión que lo hizo popular en Gran Bretaña, como anticipando la futura importancia del medio televisivo en su carrera. En 1965 Herbert von Karajan propició el ansiado debut en La Scala (de nuevo como Rodolfo). Joan Sutherland y Richard Bonynge lo hacen debutar en América (Miami). Se incorpora a su Compañía durante una gira australiana que le permite profundizar en el repertorio de Donizetti y Bellini. Su carrera se refuerza en Londres y Milán, llega el debut en San Francisco (1968) y el inicio sus trabajos discográficos para Decca junto a Sutherland. Tras algunos éxitos aceptables, incluido su debut frustrado debido a enfermedad en 1968, consigue al fin el triunfo absoluto en el MET con “La Fille de régiment” (1972). Aunque ya era un cantante conocido, el acontecimiento lo convierte en una celebridad. La publicidad, particularmente en EE.UU, explota el encanto de su imagen de latino extrovertido y pantagruélico, no menos que el atractivo de su soleada voz mediterránea. Desde entonces se convierte en el cantante más famoso del mundo pero también consigue amplia aprobación de la crítica, unánime en la italiana (que lo considera heredero de los grandes) y adquiere un carisma tal que aparecen las comparaciones con Caruso (expresadas por la mismísima Rosa Ponselle) A mediados de los 70 afronta papeles del repertorio spinto, en muchos casos con acierto, cada vez canta más funciones, llega a ser la estrella consentida del MET (383 apariciones con la compañía neoyorquina) y añade una gran actividad en los recitales en solitario. Este aspecto será el que centre su carrera en los años 80, llevándolo a recintos cada vez mayores con ayuda de la amplificación, lo que ya en los 90 derivará en espectáculos masivos de cada vez más dudoso gusto, aunque habitualmente tuvieran fines humanitarios. Esta vertiente mercantil de su carrera le hace blanco de numerosas críticas, acentuadas con el declive vocal que siguió a las representaciones de Otello en 1991 y muy particularmente el estrepitoso fiasco del Don Carlo en Milán. Entre anuncios y rectificaciones sobre su retirada y un enorme declive físico, su imagen cada vez parece más alejada de la de un cantante de ópera, algo que sólo la posteridad corregirá.

Tras un año durante el cual permanece retirado, un cáncer de páncreas extingue al dueño de una voz irrepetible en su casa de Módena. La noticia tiene una repercusión inaudita en el mundo del arte e Italia despide a Luciano Pavarotti como a un héroe nacional.

Su voz y su arte:

Hablar de Luciano Pavarotti es hablar de uno de los timbres más privilegiados de los que haya constancia. De tenor lírico pleno, claro y delgado pero lleno de vibraciones argénteas y un volumen adecuado, una nota de calor mediterráneo adornaba este timbre, dándole ese matiz humano personalísimo que según Joaquín Martín de Sagarmínaga “ha hecho cosas filosóficamente imposibles, como rebajar hasta límites casi nulos la tensión entre la realidad y el deseo” (1). Coronaba este instrumento un registro agudo óptimo hasta el re bemol4, donde sus cualidades se magnificaban, adquiriendo sus máximos intensidad, squillo y riqueza de armónicos. Esta belleza revelaba una organización vocal canónica basada en la cobertura del sonido en la zona media-alta y la solvencia de la técnica respiratoria. Resultaban de esta corrección fonadora la homogeneidad total entre registros, libres de sonidos espurios en sus primeros años, y la ligereza, claridad y brillo de la emisión, de una facilidad insultante. Una voz antiverista, emparentada con los tenores precarusianos. No en vano, de las clases de Campogalliani también pasaron Carlo Bergonzi, Mirella Freni y Renata Scotto.
Pavarotti era capaz de un legato intachable, de una fluidez y precisión instrumental. Menos consumada era su técnica en la mezzavoce, donde el timbre no siempre tuvo la misma nitidez, aunque prodigara sfumature de belleza agobiante y durante los primeros años de carrera no faltaran filature (filados) incluso en tesituras elevadas. Si bien fue habitual que hubiera de cantar bajo las órdenes de una inteligencia musical superior para que explotase todas sus habilidades, el fraseo era espontáneo, fácil, pero siempre subordinado a la corrección canora, apoyado en “una de las dicciones más incisivas que se hayan escuchado” (Giudici (2)) y se adaptaba con flexibilidad a los acentos juveniles e idealizados del tenor romántico. En la mayor virtud del canto de Pavarotti, su espontaneidad, residía la limitación para profundizar tanto en la partitura como en la caracterización vocal de sus personajes. No fue Pavarotti una excepción en la habitual falta de rigor de los tenores italianos en la traducción de las partituras. Ello se debe a que ha sido un músico de formación básica, intuitivo antes que analítico.
Al asumir papeles como Manrico, Enzo Grimaldo o sobre todo Calaf, un componente de esfuerzo apareció en la emisión, perdiendo calidad el registro agudo. Por ello se puede decir que aunque la voz evolucionó, también fue a la fuerza. Más graves sin embargo fueron la caída en la rutina y ciertos vicios en cuanto a dicción y fraseo, que en los 80, con una voz más oscura pero en una especie de edad de plata, alternaron con brillantes incorporaciones de nuevos papeles (Ernani, Idomeneo). A mediados de los 90 falla definitivamente el sustento de todo, la respiración, y progresivamente aquella voz extraordinaria se convierte en una sombra de sí misma.
Pavarotti nunca fue un buen actor. Aunque en las críticas de sus actuaciones de juventud no encontramos excesivos reproches a su trabajo sobre el escenario, con la edad su exceso de peso y varios problemas de las articulaciones reducen su movilidad, ya hasta extremos intolerables durante los últimos años.

Repertorio y discografía:


El papel que ha marcado la carrera de Pavarotti es el de Rodolfo de La Bohème. Para Rodolfo Celletti, “no hay voz que pertenezca a Rodolfo más que la de Luciano Pavarotti. Es un caso de perfecta adhesión entre una voz y un personaje (…) La cordialidad, la sencillez, la expansión, la comunicación, el chispeante humor son los de un hombre que se impone al tenor y canta - ¡y cómo! – pero con la naturalidad de quien habla” (3). Elegido para debutar en casi todo los teatros importantes y otras ocasiones especiales, llegó a cantarlo en más de doscientas funciones durante casi 30 años. Casi la misma adhesión han suscitado sus papeles belcantistas, sobre todo Edgardo, noble e imperioso, y Nemorino, quizá el papel más cercano a la ingenua joie de vivre que transmitía su canto. Lo mismo puede decirse del Tonio de La Fille du régiment, cuyos famosos nueve dos agudos convirtieron a Pavarotti en estrella. De nuevo la espectacularidad del registro agudo y la calidez del timbre recrearon un Arturo (I Puritani) que supuso una de sus grandes conquistas. Otro papel que tuvo en repertorio durante más de dos décadas fue el Duca de Rigoletto, ejemplo de lo que los italianos llaman spavalderia (arrogancia) tenorile, según Giudici, un personaje que en su voz se convertía en un depredador insaciable (4). Con los años pudo asumir Riccardo, hasta convertirlo en el mejor papel de su madurez, un espléndido Rodolfo verdiano, Manrico, Ernani y Radamès. Aunque el verismo era ajeno a la voz y el estilo de Pavarotti, su notable Cavaradossi le acompañó hasta el final de su carrera.
La discografía de Pavarotti es suficientemente conocida, destacando su Rodolfo (“el más creíble que pueda escucharse en disco” (5)), Pinkerton (ambos con su inseparable Mirella Freni y Herbert von Karajan) y Calaf, quizá el mejor del circuito discográfico (aunque las pocas veces que lo cantó en vivo demostró que era capaz de todo lo que se escucha en el disco) Las grabaciones de Nemorino, Duca, Edgardo, Tonio y Arturo son testimonios de sus años de apogeo vocal y mayor expresividad. Con Caballé firmó una de las más grandes grabaciones verdianas en Luisa Miller. En los 80 su retrato de Riccardo, con la guía de Solti, alcanzó cotas de elegancia y emotividad inéditas. Merece la pena destacar grabaciones en vivo como Manon (1968), Luisa Miller (1976), Turandot (1977), La Gioconda (1979) o Aida (1982)

Discografía.

(1) Boletín Diverdi nº 153. Nov. 2006
(2) "L'Opera in CD e Video". Il Saggiatore, Milano (1995)
(3) "Pavarotti. 25 anni per la musica". Ruggeri edizioni (1986)
(4) Elvio Giudici, Op. Citada.
(5) Rodolfo Celletti, Op. Citada.

3 comentarios:

Oviedoopera dijo...

Humilde colaboración. La Bohéme de su debut.

http://rapidshare.com/files/10530093/LA_BOHEME_Pavarotti__debut_.rar

Giacomo Puccini
LA BOHEME
29 April 1961

Rodolfo - Luciano Pavarotti (debut),
Marcello - Vito Mattioli,
Mimi - Alberta Pellegrini
Colline - Dmitri Nabokov
Musetta - Bianca Bellesia

Francesco Molinari Pradelli (cond.)

cover: http://www.subirimagenes.com/imagenes/669260cover.jpg

Gino dijo...

Hombre, don Almaviva, le agradezco el detalle. Citaré estos enlaces en el capítulo correspondiente, si le parece bien.

¡Saludos!

Vissi d'arte dijo...

Yo por si acaso ya he tomado nota :-P

Gracias Almaviva!! y gracias Gino, por este blog :-)