miércoles, 13 de enero de 2010

Arias de Donizetti y Verdi


En 1968 se publica el segundo recital de Pavarotti para la Decca, nuevamente acompañado – de forma insípida – por Edgard Downes y la Orquesta de la Wiener Oper. Por vez primera es Sir Christopher Raeburn el productor del disco, que se grabó en la Sofiensaal vienesa entre el 25 y el 29 de junio de 1968. En el programa, arias de Donizetti y el primer Verdi, la mayor parte de óperas que nunca llegó a cantar en vivo, aunque todas eran apropiadas para su momento vocal.

Las interpretaciones de las arias de Riccardo, McDuff y Rodolfo tienen en común el mayor interés de los recitativos que de los cantabili. Destaca "O fede negar potessi", por la fiereza del acento, la articulación vívida y dramática, el squillo ("Son cifre sue!") y la capacidad para transmitir el estado emocional del personaje. En particular, se puede señalar como la progresiva agitación de "Ma dunque i giuri, le speranze..." estalla en "Tutto è menzogna!", donde de nuevo el metal de la zona alta acompaña y refuerza la expresión. También existe el correspondiente contraste en la doliente "Tanta perfidia". El principal mérito es que suscita sentimientos de ultraje sin caer en lo meramente arrabalero. La nobleza del personaje se conserva. "Forse la soglia attinse" ("Un ballo in maschera") precisaría un carácter mucho más contenido que la explosión de Rodolfo y Pavarotti no termina de lograrlo, conformándose con una acentuación un poco sentimental y falta de claroscuros. Es más convincente el breve "O figli, o figli miei", pues tras la voz desplegada de "La madre" recoge el sonido de "i figli". La principal objeción a los tiempos lentos se dirige a la falta de variedad dinámica, pero también se ha señalado que el timbre de Pavarotti tenía un carácter afectuoso que no terminaba de adaptarse a los pasajes donde el tenor ha de explorar sus sentimientos, no simplemente exponerlos. Es una forma de expresar esa actitud púdica que es la esencia de las arias de tenor de Verdi y lo que separa a este autor del romanticismo tardío o el verismo. El pudor y la introversión, en cierta forma dos coordenadas para interpretar que le eran un poco extrañas a Pavarotti. Así, en "Quando le sere al placido" y "Ah, la paterna mano" las dinámicas se centran en el rango forte con la excepción de algunos pianissimi, que por otro lado a veces quedan un punto velados. En la sección central de "Ma se m'è forza" sí ofrece un canto más interiorizado ("Ed or qual reo...Quasi un desio fatale") pero el resto de la página adolece del mismo problema, sobre todo al final de la misma. Quedan, naturalmente, la expresividad intrínseca de la voz, la tendencia natural al canto legato y la facilidad con que resuelve incluso los pasajes más complejos (el sib agudo del aria de Riccardo)

En cambio la versión del aria de "I due Foscari", la poética “Dal più remoto esilio”, es casi redonda. La expresión es trémula en el recitativo y el saludo a la Serenísima es radiante: “Regina dell’onde”. Es una lástima que en dos ocasiones optara por alterar las ligaduras previstas por Verdi, un hábito común entre los cantantes de años atrás, pero que en 1968 era un arcaísmo ("il core-l'esilio()ed il dolore") Por lo demás, la voz se desliza - esmaltada, dulcísima - a través de la melodía con un balanceo delicioso, los reguladores ("Spariam") están mejor realizados e integrados en una gama más amplia y el tono es adecuado por su recogimiento. En la cadencia sorprende añadiendo un do agudo de una belleza pasmosa. Ningún otro tenor de posguerra habría podido emitir esa nota con tanta calma, morbidezza y facilidad: un relámpago en mitad del cielo sereno. En todo caso, siendo una estupenda interpretación, conviene recordar que un también jovencísimo Carlo Bergonzi llegaba aun más lejos en su registro de 1951: la expresividad del recitativo a media voz es mayor y el "balanceo" dinámico del cantabile más elegante, sin los ataques desplegados un punto excesivos de Pavarotti (en la sección central sobre todo). Por otro lado también el tempo de Giulini es más adecuado que el de Downes.

Bergonzi canta "Dal più remoto esilio"

Preguntado una vez por su compositor favorito, Pavarotti contestó: “A mi voz le gusta Donizetti”. La respuesta parece requerir la siguiente continuación: “Pero yo prefiero Puccini y Verdi”. Es de lamentar que no tuviera la inquietud de profundizar en el corpus donizettiano y prefiriera centrarse en el llamado "gran repertorio". El compositor de Bérgamo fue en cierta forma el padre del tenor romántico moderno, y casi todos sus papeles para esta cuerda son idóneos para un instrumento con las características de tenor lírico agudo. Sólo nos queda imaginarnos cómo habrían sonado Poliuto, Gennaro o Devereux en su voz. De la escena final de Edgardo, uno de sus principales papeles ya entonces, hay que destacar el soberbio "Tombe degli avi miei": contenido y melancólico al comienzo ("Deh, raccogliete voi") más expansivo a continuación y con detalles conmovedores en el cierre. La morbidez de su mezzavoce y la emotiva acentuación en "Tu delle gioie in seno" realizan el ideal del tenor romántico. Por contra, "Fra poco a me ricovero" fue una página que Pavarotti concebía con demasiada extroversión, algo confirmado nuevamente. Habría sido necesaria mayor contención en las dinámicas, más propias de un aria de presentación que de un soliloquio de despedida. "La Favorita" es una ópera que Pavarotti frecuentó poco y con fortuna esquiva, incluyendo una grabación completa que no resultó como podría haberse esperado. Fernando canta en el último acto una de las arias más famosas del repertorio, “Favorita del re?... Spirto gentil”. En el recitativo aparece la sombra de la imitación de di Stefano, incluso en la tendencia a abrir ligeramente la emisión. Se antoja un poco amanerada la filatura sobre "Amante". Contagiada por la pesadez de Downes (basta escuchar el solo de flauta) a la línea de "Spirto gentil" le falta un punto de elegancia, surgiendo la sospecha de exhibicionismo en el empeño de desplegar un timbre bellísimo, pero emitido de forma un tanto espesa (en particular en la ripresa). La clave en estas melodías de Donizetti está en el pequeño matiz entre dinámicas suaves, no en introducir filados larguísimos entre una mayoría de pasajes en mezzopiano. Lo que no admite reservas es el glorioso do agudo, atacado con una precisión absoluta y no sólo expandido de forma admirable, sino perfectamente ligado en la frase. Uno de los mejores jamás grabados. La cadencia, no demasiado refinada, incluye un si natural generoso y un nuevo filado – hasta el exceso – en “Larve d’amor”.

Las arias de "Don Sebastiano" e "Il Duca d’Alba", son dos favoritas de los tenores desde que las grabó Enrico Caruso, a pesar de que estas óperas sigan siendo dos completas desconocidas. Ambas interpretaciones están lastradas por un tempo algo lento. “Deserto in terra” asombra básicamente por los alardes de fiato como “Ah! Che nol poss’io” o el paso por el agudo al comienzo del da capo. Sin embargo la línea de canto resulta un poco pesante y monótona y hay varios portamenti con arrastre ("Che più m'avanza"). Tampoco la sección intermedia ofrece suficiente contraste. Lo que no puede negarse es la espectacularidad de los does agudos ("Fin la speranza" y "Ah! D'un soldato") o el do#4 de la cadencia. En "Angelo casto e bel" se admira la dulzura del primer ataque y la fluidez del legato; el timbre suena sedoso, nítido y más recogido que en "Deserto in terra" y hay fervor en el acento. Quizá las repetidas subidas al agudo ("A lei le gioie") no tengan toda la amplitud esperable. La sección central contiene un difícil pasaje ("Al men non maledir!") resuelto con precisión, aunque con cierta ligereza. El da capo se introduce con un rallentando a media voz muy expresivo. El sonido se torna un poco impreciso al atacar "Di questa cara il core" (en la zona del passaggio). Habría sido preferible concluir la página en piano, pero la opción de añadir un sib está resuelta brillantemente. Ese mismo año Plácido Domingo, el futuro gran rival, grababa también esta página. Era unos años más joven (siempre según cifras oficiales) y esta coincidencia nos permite hacer una interesante comparación. El recitativo del tenor madrileño transmite más sentimiento al emplear una suave media voz: la riqueza de su timbre en la zona media puede decirse incluso superior al de Pavarotti. Sin embargo su línea en el cantabile es más pesada, mostrando lo que será su gran vicio: el de llevar la densidad del registro central a zonas donde conviene aligerar y recoger la emisión. El resultado es que los primeros agudos suenan forzados, sin squillo, en la sección media el timbre adquiere un tono áspero y al atacar "Almen non maledir" cae en sonidos fibrosos, de colocación precaria. Curiosamente también opta por una smorzatura para enlazar "Non può che dir" con el da capo, pero deriva más bien hacia el falsete, bien que haga su efecto. El tránsito problemático a la voz plena ("Non turbi un solo vel") se evidencia en el color engolado que aparece y que lastra los sucesivos agudos, grandes y más densos que los de Pavarotti, pero abiertos y sin metal. Emisión (y acentuación) por tanto más propios de invectiva de "Cavalleria Rusticana". En los últimos compases la intención de ambos es similar, pero el timbre de Domingo se percibe menos nítido, ya "caído" hacia la garganta. Al contrario que el italiano, opta prudentemente por el final escrito en piano.

Domingo canta "Angelo casto e bel"




Portada.


A pesar de los defectos de estilo apuntados, el disco muestra al cantante a punto de alcanzar el ápice de sus cualidades vocales, además comenzando a extender su repertorio hacia papeles de máxima exigencia. Cualquier recital que documente una voz de esta calidad tiene un valor indiscutible.