miércoles, 21 de enero de 2009

El debut discográfico


La aparición de Pavarotti en el escenario operístico británico (en 1963) fue determinante para que iniciara su actividad discográfica. El exitoso debut en la Royal Opera House y la popularidad obtenida en la BBC hacen que la londinense Decca se fije en él. El primer trabajo de una colaboración que se extendería durante casi cuatro décadas fue un recital (un LP) de arias italianas. Curiosamente, este registro sólo apareció en soporte digital en 2001, con motivo de la Edición especial que conmemoraba los cuarenta años de carrera del cantante.

El repertorio elegido era toda una presentación de un tenor cuyos intereses se centraban en los papeles más tradicionales y populares, demostrando ya lo que iba a ser una inquietud "cultural" más bien limitada. De las arias grabadas sólo la de Cavaradossi era de un personaje que aún no había asumido en el teatro (el propio di Stefano lo había prevenido de los peligros del papel para una voz lírica).

El primer corte de la discografía de Luciano Pavarotti - como su primera aria cantada en vivo - fue "Che gelida manina". Esta primera aproximación a su carta de presentación le muestra aún como un Rodolfo menos exuberante de lo que llegaría a ser. Su inicio, a media voz, es el de personaje pudoroso, casi tímido, que sin embargo ya deslumbra en el sib de "Chi son". En la frase "L'anima ho millionaria" se escucha una colocación sorprendentemente baja, incluso gutural, que corrige al afrontar los la naturales de "Talor dal mio forziere". El ataque al do agudo ya tiene la seguridad que estamos acostumbrados a escuchar - aunque se acerca prudentemente a la semicorcha escrita. El cierre de la página - a plena voz - es un tanto prosaico. De hecho en ninguna de las arias muestra demasiado interés en las dinámicas suaves, lo que redunda en la falta de claroscuros y por tanto en la variedad del fraseo. La persuasiva personalidad del acento, la inmaculada dicción que comunicaba cada palabra con nitidez absoluta en toda la tesitura, el timbre dulce y expresivo, son las virtudes ya apreciables. "E lucevan le stelle" le resulta un tanto exigente en varios pasajes: desde "O dolci baci", hasta "Le belle forme disciogliea" evita los signos de expresión de piano. Frases como "L'ora è fuggita", "E muoio disperato" castigan el registro de paso, donde exigen sonoridades más potentes que las de un tenor para el que este registro era precisamente eso, un paso hacia el agudo. El único momento realmente convincente lo tiene en "E non ho amato", donde ofrece el slancio pedido y un magnífico la3.

De nuevo en terreno familiar, en los solos del Duque de Mantua también hay pasajes de resolución dudosa: así, en el inicio de "Parmi veder le lagrime", con ese solb un poco áspero, algún portamento reprochable y legato poco fino. "La donna è mobile" posee el interés de escuchar la cadencia favorita de Lauri-Volpi y Fleta, donde se toca el do#4 sobreagudo. Pavarotti la usaba convencido de que le permitía adoptar una posición que le hacía cómodo el posterior si3 tradicional - como en efecto se percibe. Es el instante que le muestra más desenvuelto, algo que se echa de menos en general: falta el genuino descaro de tenor, suponemos que inhibido ante el estreno en el estudio discográfico. En "Questa o quella" el timbre pierde plenitud al descender a las zonas graves, pero suena mórbido y brillante en el lab.

Un apunte curioso: se percibe un característico acento de la Emilia-Romagna en la pronunciación ("Se la lasci") que eliminará por completo en adelante.

Por último, se hace notar la fortuna con la que los ingenieros de Decca captaron la voz de Pavarotti desde el principio: una voz que los italianos llamarían fonogenica. La emisión relajada, la morbidez del timbre incluso en el extremo agudo y las dinámicas ff, la riqueza de armónicos, eran las bases de esta afinidad con el medio fonográfico.

2. "E lucevan le stelle" (Tosca)
3. "Questa o quella "(Rigoletto)
4. "La donna è mobile" (Rigoletto)

viernes, 2 de enero de 2009

Los Años de Aprendizaje (II): El debut

Arrigo Pola: "Querido Luciano: hazme caso y lo conseguirás sin duda. Estudia y sé tenaz"

Tras la oportuna celebración, que incluyó un improvisado (por el Lambrusco) recital de Mariano Stabile, empezaron los preparativos de la segunda parte del Concurso. Como se ha adelantado, el premio iba más allá del reconocimiento, ya que se proporcionaba a los ganadores de cada cuerda la oportunidad de debutar sobre un escenario. Se programaron dos funciones de "La Bohème" en Reggio Emilia y una en Módena. Durante tres semanas la improvisada compañía ensayó bajo la inexperta dirección escénica de Mafalda Favero y la concertación de Renato Sabione. El director previsto para el estreno se incorporó en los dos últimos ensayos, incluido el general: Francesco Molinari-Pradelli. Aunque durante estos ensayos todo transcurrió con cordialidad, será el comienzo de una larga serie de desencuentros con el tenor (1). Los periódicos locales y el público reciben con entusiasmo al debutante. Lo que es más importante: entre el público asistente, acompañando a Favero, se encontraba Alessandro Ziliani (1906-1977), que tuvo una buena carrera de tenor en los años 30 y en entonces había sustituido al fallecido Liduino como el agente más influente del norte de Italia. Magiera cuenta que al concluir la función del estreno un entusiasmado Ziliani acudió a camerinos para agasajar a Pavarotti, proclamando que estaba ante "el mejor tenor del mundo", un nuevo Jussi Bjoerling. En realidad a Ziliani le habían recomendado acudir a la representación para escuchar al bajo que hacía Colline, Dmitri Nabokov, hijo del célebre novelista. Sin embargo su interés se desplazó de inmediato hacia el tenor y tras la improvisada reunión ambos acordaron que Ziliani se convertiría en su representante: una figura imprescindible para darse a conocer a los teatros. Aun más, en coordinación con Magiera, Campogalliani y Pola, el empresario dirigirá los cinco primeros años de carrera de Pavarotti, eligiendo el repertorio cuidadosamente. Por fin parecía que el panorama se despejaba y su carrera empezaba a ser una realidad.

La función.

Se desconoce la fuente, pero alguien estuvo allí con un magnetofón entre el público para registrar una función de provincias en la cual debutaba un tenor destinado a ser el cantante más famoso del S. XX. Evidentemente, el valor histórico y emocional de la cinta es mayor que el estrictamente artístico, pero éste reserva sorpresas. A pesar de las comprensibles entradas a destiempo, que son unas cuantas, la función tiene el interés de mostrar que un joven debutante ya poseía una idea muy clara de un personaje que iba a desarrollar durante las décadas siguientes. Ya en sus primeras frases aludiendo a los "cielos grises de París" es reconocible la impulsiva voz del hérore romántico. Sin embargo de momento tenemos un Rodolfo más tímido, menos exuberante que el de años posteriores. También son ilustrativas la seguridad y personalidad técnicas que muestra para un cantante de veinticinco años (escúchese la brillante apoyatura de "che vive in ozio come un gran signor") Y lo que tiene más impotancia: aquí ya se presenta Luciano Pavarotti, que canta como sólo cantará Luciano Pavarotti, manteniéndose por ejemplo al margen del admirado di Stefano.
Vamos a detenernos en algunos pasajes significativos. Durante sus clases se había sentido intimidado por la tesitura central del inicio de "Che gelida manina", pero Campogalliani, con su especial forma de pedagogía, le había enseñado a cantarlas "conmovido" para que surgieran fáciles como aquí se perciben. Escuchar su timbre claro y juvenil en las acariciadoras frases "Se la lasci riscaldar", "al buio non si trova", ya es una experiencia especial. La voz ya tiene la redondez, la igualdad y sobre todo ese squillo excitante de los mejores años. Busca un buen matiz en "tosto si dileguar", pero se descuadra. Nos cuenta Magiera como durante el concurso había descubierto que para afrontar mejor la temible frase "la speranza", tenía que vaciar sus pulmones completamente en la anterior ("v'ha preso stanza") y tomar un gran aliento a continuación. Causa simpatía escuchar la reacción del público al nítido y potente do agudo que canta aquí. También es destacable la inquietud por cantar suavemente como al cerrar el aria ("Vi piaccia dir") y en el dúo con Mimì ("Fremo nell'anima") A lo largo de toda su actuación muestra una afinidad natural hacia el canto conversacional de Puccini, que comunica con una espontaneidad ya inimitable (por ejemplo, su breve "Dal mio pensier", donde Bjoerling resultaba tan serio). Sólo faltaban por pulir un par de frases donde declama. Para una voz de lírico que estaba en sus comienzos, el tercer Acto opone un riesgo grande con sus exigencias de canto casi di forza. Sin embargo Pavarotti se muestra seguro y brillante en los repetidos ascensos al la y lab (atención a "Di sangue") Falta un poco más de mordiente en el fraseo, que conseguirá en sucesivas actuaciones. Después de un racconto dramático, el acto acaba demandando de Rodolfo su habitual fraseo mórbido y amoroso ("Dunque proprio è finita"). Que se sentía comodísimo a estas alturas de la función se demuestra escuchando el buen diminuendo sobre el lab de "Alla stagion dei fior". Una vez en el último Acto, aunque parece un poco neutro al atacar "O Mimì tu più non torni", apiana con fortuna "Piccole mani, odorosi capelli". Su facilidad para los pasajes dialogados se pone de manifiesto también en los emotivos pasajes junto a Mimì en la escena final de la ópera.
Finalmente, aunque ninguno de los cantantes que lo acompañaron aquella lejana tarde de 1961 llegó a cumplir el sueño de una carrera destacable, no puede dejar de reconocerse la dignidad y corrección de su actuación.

http://rapidshare.com/files/10530093/LA_BOHEME_Pavarotti__debut_.rar
29 Abril de 1961
Rodolfo - Luciano Pavarotti, Marcello - Vito Mattioli, Mimi - Alberta Pellegrini
Colline - Dmitri Nabokov, Musetta - Bianca Bellesia
Francesco Molinari Pradelli
http://www.subirimagenes.com/imagenes/669260cover


Se reconoce la amabilidad del forero @lm@viv@, que proporcionó el enlace.

(1) En "My own story" (1980) Pavarotti aún tuvo ganas de revancha: "[Mi triunfo] lo enfureció. Aprendí enseguida cómo la envidia es una enfermedad extendida en el mundo de la ópera".